miércoles, abril 27, 2011

Democracia Redistribución y Destrucción de la Propiedad

“La democracia es como dos lobos y una oveja decidiendo qué hay de cenar”, Benjamín Franklin.

Acabo de leer el libro “Democracy The God That Failed (Democracia el Dios que Falló)” de Hans-Hermann Hoppe. De este libro extraigo algunas ideas para exponerlas, es necesario que la gente conozca perfectamente que ese Dios que hemos encumbrado, es el causante entre otras cosas de las ideas re redistribuir la riqueza, que tienen por consecuencia destruir uno de los derechos fundamentales del hombre que es su propiedad y terminar por ser la base del “moderno” socialismo demócrata, que está pronto a colapsar y producir una terrible crisis, económica y social en todo el mundo occidental.

Imaginemos que la humanidad quisiera establecer un gobierno mundial en base a elecciones democráticas un hombre un voto. ¿Cuál sería el resultado de esta elección? Lo más probable es que tendríamos un gobierno de coalición Chino-Indio, que en su conjunto por mucho superan a los países occidentales incluyendo América Latina. Y, ¿Qué haría este gobierno para congraciarse con sus votantes para ser después reelectos? Muy probablemente el gobierno mundial decidiría que el Occidente tiene demasiada riqueza y que en China e India hay mucha pobreza y que por consiguiente sería necesaria una redistribución del ingreso creando impuestos especiales a los países ricos para enviarlos a los países de la coalición.

Con este tipo de experimentos mentales no existe duda alguna de las consecuencias que el proceso democratizador que inició en el mundo occidental en la segunda mitad del siglo XIX y que ha llegado a su madurez después de la primera guerra mundial. La consecuencia más notable de su expansión y el establecimiento del sufragio universal para adultos ha puesto en movimiento una permanente tendencia para la redistribución de la riqueza y el ingreso.

Un hombre o mujer un voto, combinado con la “libre entrada” al gobierno implica que en democracia cada persona y su correspondiente propiedad está al alcance de poder ser apropiado por cualquiera. Se crea así la “tragedia de los comunes”. Puede esperarse entonces que la mayoría que son los “que no tienen” de forma implacable trataran de enriquecerse o tomar beneficio de la minoría de “los que tienen”. Esto no implica que exista una sola clase de los “que no tienen” y una “que tiene” y que la redistribución es uniforme de los ricos a los pobres. Esta redistribución que supone mejorará las condiciones de los “que no tienen”, no lo hace, peor aún las empeora. Después de todo el ser rico o pobre tiene sus razones. Normalmente el rico lo es por que tiene iniciativa, es brillante, toma riesgos, es industrioso y sabe que de él depende mejorar su condición material. En cambio el pobre, normalmente es torpe, flojo, o ambas cosas. No es muy probable que los haraganes y torpes se harán ricos ni aún a expensas de la minoría de individuos trabajadores y brillantes. Lo que realmente pasa es que la mayor parte de la “redistribución” ocurre dentro del grupo “no pobre” pero tampoco rico, esto es la clase media. Considérese por ejemplo la práctica de ofrecer educación universitaria gratuita, para la cual, la clase trabajadora o los más pobres que raramente mandan a sus hijos a las universidades pagan mediante los impuestos al consumo ¡la educación gratuita de la clase media! Más aún, puede esperase que existirán muchos grupos que competirán por ganar los recursos extraídos a otros. Existen varios criterios cambiantes para definir que una persona “tiene” (y sujeto al saqueo) y los “que no tienen” (receptores del saqueo) . Así, al mismo tiempo, un individuo puede pertenecer a grupos que “tienen” y/o “que no tienen” así que al final, algunos individuos será perdedores netos, otros ganadores netos de las redistribuciones.

Sin importar el criterio que las defina, toda redistribución implica “tomar” para decirlo suavemente de los propietarios originales, productores, de los que tienen algo, para dárselo a los no tienen y no producen a los que no tienen algo. El incentivo para tener o producir es reducido, mientras que el incentivo para no tener y producir es incrementado. Así la economía no tiene crecimiento como consecuencia de subsidiar a los individuos sólo por qué son pobres y el resultado final de estos incentivos y desincentivos es que la pobreza aumenta. Al subsidiar a la gente desempleada se creará más desempleo. Al dar dinero a las madres solteras proveniente de los impuestos incentivará que habrá más madres solteras y divorcios. Al prohibir que los jóvenes debajo de 18 años trabajen, los ingresos son transferidos de las familias con hijos a aquellas que no los tienen. Por el contrario al otorgar educación gratuita se transfieren ingresos de las familias sin hijos o de aquellos que optan por la educación de paga a las familias con hijos o con muchos hijos, resultando en una mayor tasa de nacimientos. Sin embargo, el valor de tener hijos caerá debido al sistema de pensiones establecido en la seguridad social. Los pensionados recibirán su dinero de los impuestos extraídos de los jóvenes de tal modo que la cohesión familiar se desintegrará gradualmente: Los adultos mayores no necesitan de sus hijos si no hicieron provisiones para su vejez. Así el deseo de los padres por tener hijos declinará. Para los individuos hacer provisiones para su futuro será innecesario, el ahorro y la formación de capital quedarán cancelados favoreciendo el consumismo.

Al subsidiar a aquellos que se hacen los enfermos, los neuróticos, los malvivientes, los adictos a las drogas, los infectados de sida, y las gentes con capacidades “diferentes”, mediante reglamentaciones a los seguros y seguridad social obligatoria habrá más enfermos fingidos, alcohólicos, drogadictos, enfermos de sida y gentes con capacidades “diferentes”. Al forzar a la gente proba, y las víctimas del crimen a pagar por las prisiones y pensiones de los criminales (en lugar de que éstos compensen a sus víctimas por sus crímenes y paguen ellos mismos sus costes de prisión) habrá más criminales. Al forzar a los hombres de negocios a ser “socialmente responsables”, y “no discriminadores”, para emplear a más mujeres, homosexuales y otras minorías, habrá menos empleos para la gente normal que no están dentro de las minorías de los programas de “acción afirmativa”.

Si la gente pagara ella misma por los daños que se hace por el tabaquismo o la diabetes, se reduciría drásticamente el número de adictos al tabaco (y a cualquier otra cosa) y los devoradores de carbohidratos, grasas, y el sedentarismo. Sin necesidad de tanta prohibición y leyes absurdas.

Pero más importante aún al obligar a la gente que produce y que tiene propiedades a subsidiar a “políticos”, “partidos políticos” y “servidores públicos”, que no pagan impuestos, reciben impuestos, habrá más gente que quiera ser “funcionario” o “político”, y habrá menos riqueza, menos productores, menos capital y por consiguiente menor productividad en la economía habrá más dispendio organizado por éstos parásitos y parasitismo gente que vive del trabajo de otros.

Los hombres de negocio (empresarios) y sus empleados no pueden ganar un solo peso a menos que produzcan bien o den servicios que sean comercializados en los mercados. La compra de estos bienes o servicios es completamente voluntaria. Al comprar un determinado bien o utilizar un servicio los compradores están demostrando su preferencia por este bien o servicio sobre su dinero que debe darse para poder adquirirlo. Muy en contraste, los políticos, los partidos políticos y los “funcionarios” o “servidores públicos” no producen nada que sea vendido en los mercados y adquirido de forma voluntaria. Nadie compra bienes o servicios del gobierno salvo que como en México algunos medios de producción como la energía estén en manos del gobierno y uno tiene que obligatoriamente adquirirlos de ellos. Pero los políticos y sus partidos que no producen nada incurren en costos y hay que pagar por ellos y como están fuera del mercado y por esto es imposible darles algún valor monetario y en consecuencia nadie puede saber si éstos costes son razonables o no. Esto es que su valor justifica sus costos. Desde el punto de vista de teoría económica es entonces totalmente ilegítimo, como lo he sostenido aquí en varios post, y que es la práctica común de los que llevan las estadísticas económicas que los gastos del gobierno se agregan a la producción nacional, al PIB lo cual implicaría que sus costos es idéntico a su valor y esto se agrega a los productores reales de riqueza del sector privado. Podría alegarse también, como lo he hecho, que los “bienes” y “servicios” del gobierno no valen nada o aún que no son “bienes” sino que son “males” y por consiguiente que los costos incurridos por los políticos, partidos políticos y funcionarios públicos se restara de la renta nacional.

Por otra parte, el dinero que se nos quita para subsidiar a políticos, partidos y funcionarios públicos, incluidos policías, militares, profesores, médicos, enfermeras y todos aquellos que reciben dinero de nuestros impuestos implica un subsidio a para “producir” con muy poco, pero muy poco interés en satisfacer a los usuarios de sus servicios y con un mucho interés de mejorar sus propios intereses, esto es, los intereses de los políticos y los burócratas. Su salarios permanecen idénticos o peor aún se incrementan en base a sus “conquistas laborales”, con cargo al erario, lo que finalmente es con cargo a “los que tienen”, sin importar si sus usuarios los consumidores de los servicios públicos son satisfechos o no. Así las cosas, como resultado de la expansión del sector público se incrementa la holgazanería, el descuido, mal servicio, la incompetencia, el maltrato, el desperdicio y aún la destrucción, y al mismo tiempo también se incrementa la arrogancia, la demagogia, y la mentira: “trabajamos por el bien común”.

Después de poco menos de un siglo de social democracia, de políticas redistributivas, los resultados predecibles por la teoría económica están a la vista: El capital se ha prácticamente extinguido. Por varias décadas (desde fines de los 1960´s) los niveles de vida se han estancado o aún decaído y no como consecuencia del “neoliberalismo”, sino como consecuencia del crecimiento explosivo del tamaño del estado en los países occidentales. No ha sido suficiente para pagar la expansión del estado benefactor los ingresos tributarios; particularmente onerosos han sido los esquemas de jubilaciones y pensiones y los gastos médicos de la medicina social que han obligado a los países al déficit y a su financiamiento mediante deuda pública que tiene a los países al borde del colapso financiero. En México se disfraza en algo lo precario de las condiciones por la monetización del petróleo que ha permitido al país, por el momento, evitar déficit de escándalo. Al mismo tiempo, se han presentado a niveles muy peligrosos el desempleo, la dependencia en el estado de bienestar, incivilidad, psicopatía, hedonismo, consumismo, y sobre todo el crimen. Si la tendencia continúa como hasta ahora, es seguro decir que el estado de bienestar de las economías occidentales (social democracia) colapsará tal y como el comunismo al estilo de la Unión Soviética colapsó a fines de los años 1980´s. De hecho el colapso es ya evidente en países como Grecia, Portugal, España, y seguirán muy pronto Francia, Italia, Alemania y, por supuesto el campeón del déficit público y el dispendio los Estados Unidos.

Sin embargo, el colapso económico que vendrá no en automático mejorará las cosas. Las cosas se pondrán peor y no mejor, los “demos” no entenderán bien a bien por qué ahora se les quitan sus “conquistas”, por qué ahora el estado se vuelve austero. Habrá violencia, habrá desesperación. Por esto, es menester que aunado a la crisis se expongan ideas –ideas correctas—y existan hombres capaces de entenderlas e implantarlas una vez que se presenten las condiciones derivadas de la crisis. Después de todo el curso de la historia lo determinan las ideas, sean ciertas o falsas, por hombres que actúan en base a esas ideas. El enredo mental actual es también el resultado de ideas confusas. Es el resultado de la aceptación abrumadora por la opinión pública, de la idea de la democracia y su consecuencia el socialismo como la mejor forma posible de gobierno para las sociedades. Mientras esta aceptación prevalezca, será inevitable la catástrofe y no habrá esperanzas de que las cosas mejoren aún si sobreviene una crisis terrible. Por otra parte tan pronto se entienda que la idea de la democracia es falsa y llena de vicios las ideas renovadoras podrán cambiar las cosas, y evitar la catástrofe.

lunes, abril 11, 2011

Democracia Representativa o República

Frank Chodorov en su libro “El Impuesto sobre la Renta: Raíz de Todo Mal”, atribuye al inmoral sistema tributario la raíz de nuestros males económicos. Sin embargo, no estoy completamente de acuerdo con Chodorov, si vamos más a las raíces, la raíz de todo mal es la democracia representativa. Sí aquella que es la común en que la gente vota por supuestos “representantes”, que están afiliados a partidos políticos. Aquella que es el Dios de los políticos y de mucha gente.

Debemos empezar con ser precisos con el leguaje, democracia significa demos (pueblo) y cracia (gobierno) así como monarquía significa gobierno de un solo hombre, y oligarquía gobierno de un grupo de hombres.

Demos (el pueblo) fue una fantasía imaginada por los antiguos griegos, en su búsqueda por la Autoridad que (ellos imaginaban) controlaría al hombre. A esta fantasía le pegaron el nombre de Dios, que siempre es muy atractivo en cualquier forma de autoridad, y aún hoy en día hay gente que piensa y creé que “La voz del pueblo es la voz de Dios”.

Pero hay un problema en esta búsqueda por el control del hombre, el “pueblo” no existe. Lo que existe son individuos que componen cualquier grupo de personas.

Así que en la práctica, cualquier intento de establecer la el gobierno del pueblo, la democracia, es intentar que un grupo de personas hagan su voluntad, la mayoría, sobre el grupo restante de personas.

Y no existe razón para suponer que la ley de la mayoría sea deseable, aún si fuera posible. No existe la moral ni la eficiencia ni eficacia meramente en los números. Noventa personas no tienen por que estar en lo cierto mientras que una sola sí lo puede estar. El montón no da la razón.

También debo precisar que la democracia en sí no es mala, siempre y cuando se acote, se limite, los “demos” no pueden decidir sobre los derechos fundamentales del ser humano, los “demos” no pueden privar a nadie de su derecho a la vida y por consiguiente a lo que se hace con la vida: La propiedad. Los demos aunque sean la mayoría no pueden ir por encima de las leyes establecidas de acuerdo a la moralidad y el respeto absoluto y tolerante a los derechos de otros. Lo que en el liberalismo clásico se conoce como el orden natural.

James Madison uno de los padres fundadores de la Unión Americana, lo mismo que la mayor parte de ellos desconfiaban, más aún, temían al gobierno de los demos, él escribe por qué la democracias tienden a crear tiranías “Las democracias han sido siempre espectáculos de turbulencia y desacuerdo. Una pasión o interés será sentido por la mayoría y armados con el poder de la mayoría se tiene el incentivo para sacrificar a la facción más débil. Por eso, la democracia siempre han resultado incompatibles con la seguridad personal o los derechos de propiedad y en general ha sido de vida tan corta como violentas en su muerte”.

Así, cuando un grupo grande de individuos falsamente cree que la mayoría es la autoridad y que tiene el derecho de controlar a los individuos, permite que esa mayoría seleccione un hombre (o algunos pocos hombres) para ser depositarios de la autoridad y que actúen como gobierno. Ellos creen que el derecho de la mayoría se ha trasferido a éstos hombres para controlar a todos los individuos bajo el gobierno. Pero el gobierno no es una autoridad, el gobierno es el que usa la fuerza, la coerción y la compulsión en contra de la minoría. Así, el gobernante bajo la democracia rápidamente se convierte en un tirano. Y es esta la razón por la que la democracia acaba mal, en forma violenta.

Esto siempre curre invariablemente, sucedió hace veinte y cinco siglos en Atenas, en Francia en 1804 cuando la gran mayoría eligió a Napoleón emperador, en Alemania en 1932 cuando las mayoría eligieron a Hitler, en Venezuela a Chávez, y tantos otros….

Pero nos quieren hacer creer que gracias a la democracia representativa, pero sobre todo a la consecuencia de ella la esos seres superdotados, inmensamente sabios, deliberativos y probos que han sido investidos por los “demos” como autoridad y los hemos enviado al olimpo de los dioses, mientras tanto, los plebeyos aquí en la tierra, no tenemos nuestra vida inmersa en una orgía de búsqueda de rentas, de pillaje continuo atentando contra todos y contra nosotros mismos gracias a ellos, a los “investidos” por los demos.

Pero cualquiera que use un poco la cabeza, la razón, puede darse cuenta que esos seres investidos por el pueblo en el mundo real ni son más deliberativos ni son más sabios y más importante aún no son menos rapaces que nosotros los plebeyos cuyo voto buscan por que les transforma en depositarios de “la voz de Dios, es la voz del pueblo”. Así que gracias a la democracia representativa, esto seres, los políticos ungidos por la voluntad del pueblo son teóricamente y en los hechos los jueces definitivos de todas las ideas y la fuente de todo poder, y peor aún, en México en donde la propiedad privada es una gracia una concesión otorgada por ellos, son propietarios de todo y así de fácil pueden confiscártelo.

Los demos por su parte, los que teóricamente son ellos los dueños del poder reclaman representantes que destaquen de la nulidad y mediocridad de la mayoría para que reflejen realmente la opinión de la mayoría, reclaman un espejo, pero éste está roto.

Veamos que pasa en México, tenemos 500 diputados federales y 128 senadores, que supuestamente nos representan. Pero de éstos no llegan a la docena los que vetan o palomean las leyes y son sólo ellos los que acuerdan entre partidos. Así que el resto de los legisladores son un adorno para llenar el recinto, no sirven para nada, más que para cobrar sus jugosas dietas.

Los diputados y senadores están híper disciplinados, a la línea que les dicta su coordinador de bancada. El voto libre sólo es posible en asuntos irrelevantes, pero en asuntos importantes, el que se sale de la línea terminó su carrera política.

Y no menos importante, los jefes en las cámaras responden a su vez a la línea que les dicta su partido y éstos a su vez a la lógica electoral de la siguiente elección, y si es presidencial aún peor, aquí la inmovilidad y el nadar de muertito es la constante.

Así que en realidad nuestra democracia representativa es una vulgar y detestable oligarquía de tiranitos.

Debemos establecer que el “negocio” de los partidos es el voto de los “demos” que son sus “clientes”, por cada voto emitido reciben su participación en el botín, así que como de lo que se trata es dar prometen dar y muchas veces dan en demasía, para agradar a los “demos”, claro, las alzan en impuestos nunca las promocionan en sus campañas para ser “investidos” como seres sobrenaturales, por la voluntad del pueblo, eso lo hacen ya que están investidos, ya que pasó la elección, tal y como lo hicieron en la elección intermedia. La consecuencia (pretendida o no) es un gobierno capaz de invadir cualquier rincón de la vida privada al tiempo que permite a los representantes electos llevar una existencia irresponsable, relajada y que asegura la manipulación. Como ha apuntado acertadamente Hans-Hermann Hoppe, la democracia no es propiedad de nadie. Pero tampoco lo es un gobierno representativo. Ambos están marcados por sociedades infantilizadas: Aquellas que creen que el gobierno es un híbrido entre Dios y Santa Clós, más un prefecto de disciplina autoritario que debe meterse con cada asunto posible de nuestras vidas, creando para ello una inmensa masa burocrática de reguladores e inspectores, más toda la burocracia asociada a su papel de Santa Clós, maestros, médicos, enfermaras, personal de intendencia y un larguísimo etcétera. Como todo esto tiene que pagarse de alguna forma aumenta la carga fiscal, crece la deuda pública y persiste la inflación., y como consecuencia, se acaba con la formación de capital que produce riqueza; por tanto menores ahorros, incertidumbre legal, relativismo moral, ayudas sociales, irreflexión y obesidad son su corolario. El gobierno es como un ser parasitario que crece y se multiplica y ve ante todo y sobre todo su propia subsistencia aún por encima del bienestar y el progreso material de “los demos”.

En occidente, se nos han inculcado demasiado las maneras del igualitarismo como para reconstruirse. Los genetistas y sociólogos de hoy, financiados por los gobiernos, están ansiosos por demostrar, con una impresionante batería de datos y fórmulas, que todos los hombres son naturalmente iguales, y que si algunos son más iguales que otros, la diferencia es atribuible a la educación, no a la naturaleza.

Qué mentira. Los hombres somos naturalmente desiguales, como revela enseguida una conversación informal con cualquier vecino, pariente o compañero de trabajo. El orden natural de una sociedad libre (predicado en las transacciones voluntarias de propiedad privada) es jerárquico y elitista. Los distintos talentos humanos (somos únicos, después de todo) dictan que algunos individuos asciendan al estatus de una élite. Pero el elitismo siempre trae la envidia y en la mayoría mediocre, mayoría insisto, así que las élites y sus talentos naturales se ven apisonados por la tiranía del igualitarismo.

Por eso, las sociedades debemos pensar no en la democracia sino en la República, esto es en la administración de lo público, basados en la moral y el orden natural, el respeto absoluto a la individualidad de los seres humanos, y en consecuencia de la propiedad privada. En la República se deja de reprimir los talentos y el capital de las élites y se les deja florecer por el bien de todos. Esto es posible sin todo el alboroto, desorden y complicación inherente a la democracia representativa. No más sinsentidos para sacar el voto a los “clientes” de los partidos políticos, no más acceso al poder a aquellos que prometen la luna y las estrellas, que prometen el cumplimiento de los derechos sociales cuando en realidad su único propósito a la hora de votar es votarse más de la propiedad de otro. Como dijo elocuentemente Frank Chodorov, solo un sistema dirigido por “hombres con fines elevados [que] dediquen su talento al bienestar común, sin esperar otra recompensa que el bien de la comunidad”, puede sostener la prosperidad y la libertad y esto en el marco de una República basada en leyes que se respeten y que no atenten contra la libertad de los individuos. Así la República es democracia pero limitada, los demos no pueden votar sobre los derechos de las minorías. Jamás.

Benjamin Franklin no solo tuvo ojo de águila sobre la democracia: también recelaba del gobierno representativo. “Cuando la gente descubra que puede votarse dinero, eso anunciará el fin de la república”, se dice que advirtió.

La verdad es que (los libertarios ) hemos venido anunciando el fin de la democracia desde que ésta empezó, pero el ritmo se ha acelerado hasta un galope en décadas recientes. Nunca ha sido cuestión de si el gobierno representativo al estilo occidental se desmoronará, sino solo cuestión de cuándo. Solo tenemos que mirar al este hacia Europa Occidental y ahora también a los Estados Unidos para ver que el cuándo ya no es un acertijo distante que atormente a generaciones aún no nacidas. El cuándo depende en mucho de nosotros hoy.

Y de nosotros también dependerá que la democracia termine como advierte Madison en forma violenta o bien que fundemos una República basada en el orden natural y moral de la libre y cooperativa interacción entre los individuos que conformamos la sociedad.